El niño “descuajado”: una visión desde la medicina tradicional
En muchas comunidades de América Latina, especialmente en zonas rurales o de fuerte arraigo cultural, se habla del "niño descuajado" como una condición que genera malestar físico, llanto constante, falta de apetito, dificultad para dormir o molestias al moverse.
John Alex
5/8/20242 min read


El niño “descuajado”: una visión desde la medicina tradicional
En muchas comunidades de América Latina, especialmente en zonas rurales o de fuerte arraigo cultural, se habla del "niño descuajado" como una condición que genera malestar físico, llanto constante, falta de apetito, dificultad para dormir o molestias al moverse. Aunque no está reconocida como un diagnóstico médico oficial, para muchas familias es una experiencia real y común que afecta a niños pequeños —y a veces incluso adultos— luego de caídas, movimientos bruscos o esfuerzos físicos.
¿Qué significa estar “descuajado”?
Desde la perspectiva tradicional, estar descuajado implica un desajuste o desplazamiento interno de músculos, articulaciones o incluso del "huesito", especialmente en la cadera o la espalda baja. Se cree que este desajuste altera el equilibrio del cuerpo y provoca síntomas físicos que no siempre son detectables por métodos médicos convencionales.
¿Por qué la medicina moderna no lo reconoce?
La medicina alópata se basa en diagnósticos respaldados por evidencia científica y métodos de imagen como radiografías o resonancias. Si estos exámenes no muestran anomalías, el malestar del niño puede ser atribuido a causas inespecíficas como cólicos, gases, o simple inquietud. Esta desconexión entre el conocimiento empírico y el clínico ha generado un vacío en la atención de ciertos malestares.
El rol de las sobanderas y curanderas
En este contexto, las sobanderas —mujeres con experiencia ancestral en técnicas de masaje terapéutico— han jugado un papel fundamental. Con manos expertas y conocimientos transmitidos de generación en generación, ellas identifican puntos de tensión, asimetrías en la postura del niño o rigidez muscular. A través del sobado o masaje profundo y pausado, muchas veces logran aliviar el malestar en pocas sesiones.
Estas prácticas no son simplemente mecánicas: están cargadas de un componente emocional, donde la conexión, la calma y la intención también influyen en la recuperación del niño.
¿Complemento o alternativa?
Aunque no se debe dejar de consultar a un médico ante cualquier síntoma persistente o grave, la medicina tradicional puede ser una valiosa aliada cuando no se encuentra una causa evidente. Muchas familias han visto mejoras notables después de recurrir a una sobandera, lo que refuerza la importancia de valorar estas prácticas sin prejuicios.
Conclusión
El concepto del niño “descuajado” refleja cómo las culturas populares interpretan y tratan el malestar físico. Lejos de ser superstición, se basa en la observación y en una sabiduría corporal que merece ser reconocida. Integrar estas prácticas con una mirada abierta desde la medicina moderna podría beneficiar a muchas personas, especialmente en contextos donde lo emocional y lo físico están profundamente entrelazados.